La nueva Morelia



Por cosas que no vienen al caso contar, en los últimos años he vivido pensando que pronto voy a morir. No me aflige, pero me ha hecho rondar el lugar común de los atormentados: tengo prisa. Prisa de qué, prisa para qué,  no lo sé, pero esta aquí, con su lujuria. Me despierta temprano y algunas noches no me deja dormir. Iba a decir: es como un zumbido, pero no, es más bien como un rumor que no deja de sonar mientras caes a un vacío, cualquier vacío. O sea, más inevitable, más definitiva que miles de zumbidos. La prisa me avienta a la calle a ver lo que creo que vi. Los rastros de nosotros como un milagro torcido; las piezas de lo que tal vez sea un secreto diseminado entre el asfalto; nuestras futuras ruinas hechas puentes y edificios. Sudo bajo este sol apocalíptico y sufro feliz de alucinaciones. Las cosas se mueven, las cosas bailan. Benditas las cosas que huyen para salvarse y bendita la prisa que ha sido buena conmigo y me arrojó a mis lobos para darme de comer de mí mismo. Tengo fotos. Tengo pistas de que quizá, hace tiempo que ya no estoy aquí.

Vi en mi ciudad descabezada otro mundo y no tengo más qué heredar por el momento.























No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios