La playa


Soy un poco desgraciado porque me brotan como salpullido preguntas y yo muy torpe las estrello en la cara de otros. Siempre. Y no me contengo, no aprendo. Responde, responda, respóndanme. Sean buena gente y quítenme esta plaga que arde, como las hojas nuevas de un árbol derribado. Apáguenme el verde encendido, hágame el favor porque mis preguntas son como perros rabiosos que no se dejan agarrar y muerden inocentes nada más para que no se piensen que son, que aman, que creen o que saben. He sido estúpido. Y claro, se va haciendo tarde y me voy quedando lentamente solo, inexorablemente triste y  feliz y desbordado, inexplicable y partido en pedacitos que van al super y hacen sus tareas del día, ven cine, escuchan voces, comen párrafos y aman desastrosamente a una mujer que es como cualquiera pero, para mí, mucho mejor. Cubierto de ronchas, infectado de historias irremediables con las que nadie salvo algunos libros igual de rotos chillan conmigo como niños. 

Tengo miles de canciones y miles de muñecas que relleno con versos para que caminen y se salven porque yo no lo haré, porque, ya lo dije, soy torpe, y moriré atropellado al cruzar una avenida mientras volteo a mirar las parvadas de motociclistas o de pájaros. Hoy, mientras camino, pienso que todo lo destruyo, mañana quizá arrasaré con ese pensamiento. 

Pero lo intento. Me callo la boca, escucho en silencio y no respondo. Me fijo en la textura de todo tipo de temas: color de pelo, propensión o inmunidad a la gastritis, a la depresión, a la cirrosis, chistes (me dan trsiteza los chistes), signo zodiacal, historias de conciertos y restaurantes, carne o verduras, antes qué, claros qué, se supone qué, siempres qué. Deseo esas migajas que hacen que la gente sonría. Frases de  un mundo microscópico que terminan matando a las preguntas gigantes con una resortera.

"Es que tú eres muy oscuro, Yeyo" me dijo hace poco una amiga en la barra del bar. "Sí, pues, es esta pinche sombra que no me deja, y que me caga que me haya escogido a mí entre miles para susurrarme en todas partes: no esperes, no hay nada,  nada llegará. Y ya me cansa, no te creas". No se lo dije, claro. 


Soy un convencido de que aún brillando el sol está nublado. Lo veo claro desde la altura de esta banqueta: esperar es fábula, humor negro de un genial universo que se aburre, y con retruécanos, polvos, piedras y huesos, hace chistes y versos como nosotros, como nosotros hacemos con nuestros versos. Soy re mamón, pues. Pero no se me malentienda, no caludicaré en ser así. Sería una cobardía, y es demasiado tarde, por cierto.

Yo, si tengo que nombrar un dios, digo: el músico del pueblo. Y predico, y bien, con sus canciones. Confieso que repito constantemente un arrebato en silencio:

A ti, lo único que te mueve es ella, que es conjuro de playa, caderas, sonrisa sobre tristeza y aura de neón nocturno que jamás lograrás entender, y lo único que hace que salgas a arrastrarte es la promesa de alguna poesía que no conoces. 


Y sigo...

y esa poesía imposible, por cierto, es tu única tragedia, por eso devoras antologías de piedras. Por eso andas como zombie repitiendo una canción vieja por las banquetas, siguiendo un rastro inholoro e invisible. Eres mitad Penélope y mitad rata herida, deseando lo que no, lo que ni al caso, lo absurdo.


Hoy es viernes, y siento que mi balsa avanza hacia atrás, y sonrío. Me libro del lastre desdiciéndome de todo, esperando que no sea tarde... ¿Tarde para qué? No importa, acoso  a la basura, a la muerte, a los ojos de los hombres en el estómago de la rutina, y acoso al mar que está tan lejos. Lo escucho, a cientos de kilómetros, lo escucho.

Al fin he llegado a esta calle donde poseo un palo y una cerveza, y esta tarde, si tengo suerte, llegará el plancton fosforescente 
hasta la playa y se quedará brillando en la arena hasta que amanezca, como esperando algo, que no llegará. Este es mi hogar. 


Dentro de todo esto, estoy bien, ¿cómo no estarlo? si lo peor ya pasó, siempre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios