Juro que a mí no me gusta hablar de futbol frente a las damas.
Se lo comenté al Raus el viernes: “creo que sonamos patéticamente repetitivos” y agrego que la cosa puede proyectar erróneamente una lamentable falta de imaginación. Comparando, creo que equivaldría a fumarnos semanalmente una desmenuzada antropología de la novela de las noches, torturados por un parloteo, como el granizo, que gira y gira sobre quiénes son los actores, en dónde salían, quién la dirige, quién la produce, qué dijo, cómo lo dijo. Dios guarde la hora. No afirmo que a la mayoría de las damas le guste las telenovelas, fue sólo tema para un ejemplo, pero si así fuera, sería el tema perfecto para equipararlo al fútbol, del que estoy seguro, a la mayoría de los hombres gusta. Sin embargo, comprendo de mí mismo que el futbol me apasiona oscuramente y que nunca en mi vida me había encontrado en un espacio tan deliciosamente obsesionado con él. De verdad, nunca. Por eso levanto mis banderas, digo, escucho y me trueno los dedos deleitándome de tan divertidas batallas. Habría que poner una grabadora sobre las mesas para luego, en un momento calmo, sorprendernos del frenesí del que somos capaces cuando brincamos como niños dentro de esa burbuja. Como “niños”… eso tal vez lo justificaría todo. Pero tal vez no, tal vez las mujeres que flotan a nuestro alrededor (salvo Angie, claro) en algún momento (un momento que ojalá a dios se le traspapele) nos eviten definitivamente a causa de nuestro delirio. Tal vez un día nos abandonen alegando al oído “incompatibilidad de placeres”. Habremos entonces, torpemente, sepultado una causa por una pasión.
El viernes en la Enramada, mientras levantábamos la mano y nos concedíamos unos a otros la palabra para dar nuestra sentencia sobre el futuro de la selección, me preguntaba estupidamente: ¿por qué siempre nos obsesionamos así? Obvio, no tenía respuesta, además, si lo pensaba mucho podría perder mi turno en la discusión. Pero esas preguntas, que seguro no responden nada, me obsesionan. Horas y copas después, ya en mi cama, a punto de quedarme dormido, en el instante justo en el que se agolpan las alucinaciones, me llegó una velocísima que atrapé con la Zinediana técnica de la almohada y de la que me acordé al día siguiente y aquí comparto. Creo, o lo creé mi alucinación, que en este inmenso mar de costumbres había que elegir un juego y yo elegí por la universalidad de la inercia y la inercia de la universalidad, el futbol en vez de la charrería y porque el futbol, como todo juego que se respete, tiene dos elementos naturales: los etéreos y los que no, es decir, puedo saber la estructura de cada alineación y la estrategia a la que recurre cierto entrenador, pero luego, cuando la pelota comienza a rodar, rueda también el misterio y en la fusión o en la fisura de esas dos cosas, habita y se rasga desesperadamente las vestiduras mi intento de desvelar lo que ocurre. Es fascinante. Por eso a mí, el futbol llega a gustarme tanto como la poesía o como la vida. Por eso el Tiempo, desde que lo cuento, lo mido por mundiales.
Raus escribió la semana pasada un artículo sobre la coyuntura: “El frágil equilibrio de la pareja en tiempos de Mundial”. Cuándo Ángela lo leyó, dijo: ¿tú crees que vaya a haber tensión entre nosotros? Y creo que me lo preguntó en serio. Yo, claro, pus creo que no. La historia de los géneros ha sobrevivido a la encrucijada futbolera. ¿Por qué tu y yo no? Pero no lo dije así ni de ninguna otra manera, solo hice un chiste y cambié la plática.
Ya lo pensaré luego, cuando pase el mundial.
Por suerte, esa tarde, en la que pasó esto… no había damas.
Anónimo dijo...
ResponderEliminarMi comentario: Coincido contigo, Yeyo. Puede ser objeto de cotorreo ese paso hacia el coma inducido que disfruteremos apenas den el pitazo inicial en sudáfrica (aunque algunos ya acusemos síntomas de lobotomía light), pero nuestras mujercitas y todas las mujeres del mundo (excepto Angie) nos ven primero consimpatía, luego con sopresa y luego con cierta lástima. Mi vieja, al menos, ya no le hizo gracia una cancelación de fin de semana a un lugar. Mi argumento fue contundente: es el partido inicial y lo comprendió sin objetar. Sin embargo, creo que abusamos y creemos es invariablemente "chistoso".
Acepto, unilateralmente, la moción. Frente a las mujeres (salvo Angie) el patabola (o fucho) no será tema si hay mujeres y lo desalentaré si algún entusiasta lobotomizado lo propone. He dicho
Raúl
Pd. Esto, creo, cancela la posibilidad de que vayan el sábado a la reunión con Luis Jaime... dime porque Maya, de manera inocente, podría querer ir creyendo encontrar ahí a la cuñada.